Capitulo Cuarto



CAPÍTULO 4: LAS PESADILLAS


CAPÍTULO 4: LAS PESADILLAS


Hacía ya unos días que Enric volvía a tener las mismas pesadillas, porque el asesinato del metro le había devuelto tan malos recuerdos.
El ahora profesor contaba con tan sólo trece años.

Estaba de vuelta en la casa de veraneo de Ametlla de Mar.

Pero no era verano, había ido a disfrutar de las fiestas de la Candelaria.
Era algo mágico: en plena procesión, una niebla llegaba desde el mar por el puerto y cubría buena parte del pueblo.

Se podían distinguir las llamas de los cirios desde una especie de barrera translúcida.
Es un completo enigma el que siempre se suelan dar algunos fenómenos meteorológicos en las mismas fechas de las festividades.
Había salido el muchacho de la casa a orinar al campo, puesto que sólo había un lavabo y éste se encontraba ocupado.
De repente, notó como si alguien respirara cerca de su nuca y le agarraba fuertemente de los brazos contra el cuerpo, inmovilizándolo.

Giró un poco la cabeza y sólo logró ver unos enormes colmillos.

Pensó que serían de algún perro rabioso, puesto que nunca había oído hablar que hubiera lobos en esa zona.
En cambio, lo que le asían los brazos no parecían garras, sino unas manos humanas.
No podía hacer nada, así que pensó que había llegado su hora, su final.

De pronto, se escuchó el murmullo de varios hombres, que gritaban:

-¡Suéltalo!

-¡Bestia del inframundo, deja al chico o te las verás con nosotros!.

El monstruo soltó a su presa, miró con fiereza al grupo y soltando una especie de alarido para asustarles, pero no dio resultado.
Al ver que no le tenían miedo, salió corriendo y desapareció en la oscuridad rápidamente.

Enric fue a abrazar a su padre, pero se paró en seco al ver que de sus ojos salían lágrimas mientras decía:

-¡Esa cosa era él, era Francesc!  

CAPÍTULO QUINTO: La carrera de la muerte