Capitulo Octavo


CAPÍTULO 8: SEXO Y ALGO MAS



No había pasado aún una hora, cuando sonó el timbre en casa de los padres de Carla. Abrió la puerta y ahí estaba el chico que tanto le había costado seducir y del que se había acabado enamorando.

-¿Que llevas en esa bolsa? -Dijo, al ver lo que llevaba Joan en una mano. 
-Son... Juguetitos. Has dicho que harías lo que quisiera, ¿Verdad? 

¡Vaya con Joan! - Pensó Carla- ¡Éste sabe lo que quiere y va directo al grano!. 
Le cogió de la mano y le llevó hasta su cuarto.
Él dijo que no con la cabeza y ella lo entendió enseguida: Quería hacerlo en la cama de sus padres. 
Le sentó en la cama y empezó a besarle. 
Joan le siguió el juego un rato, luego la apartó y le dijo: 

-¡Desnúdate! 

Carla obedeció y fue quitándose la ropa lentamente: Primero los zapatos, luego la camisa, la minifalda, el sujetador, las braguitas... 

-¡Bien! Ahora ponte en la cama boca abajo, cogiéndote con las manos a las barandillas de la cabecera. Vamos a empezar a jugar... 

Una vez ella hizo lo que le pedían, Joan sacó una tira de tela y le ató las manos al cabezal con ella. 

-¡Me estás poniendo a cien! -Dijo Carla- Tengo muchas ganas de tenerte dentro de mí.

Él se desnudó también. 
Se colocó detrás de ella y empezó a besarle el cuello. 
Luego, le dio mordisquitos en las orejas. 
El roce de su miembro con el cuerpo de la chica, le provocó una erección. 
Mojó su pene en saliva para facilitar la lubricación y la montó. 
Se cogió a los pechos de Carla mientras le daba embestidas. 
Pero notaba que le faltaba algo, ese algo a lo que había ido a la casa. 
Abrió la bolsa y sacó otra bolsa de dentro. 
Se la puso a la chica en el cabeza y la asió fuerte. 
Cuando veía que la chica se estaba asfixiando, la soltaba para que pudiera respirar. 
Eso hizo que aumentara la excitación tanto para él como para ella. 
Le quitó la bolsa, cogió otro trozo largo de tela y se la pasó a Carla por la boca para atarla después en la nuca, de forma que ella no pudiera hablar.
Sacó un mechero y una vela, la cual encendió. 
En cuanto la cera se iba derritiendo, la dejaba caer sobre el cuerpo de la chica. 
Era algo que había visto hacer en una película de Madonna y Willem Dafoe. 
Pero esto era la realidad y a Carla parecía no gustarle nada. 
Cada vez que Joan dejaba caer la cera derretida y ella notaba como le quemaba la piel, emitía un grito, ahogado por culpa del trozo de tela. 

-¡Sí! -Dijo Joan- ¡Esto me gusta mucho más! 

Ella empezó a convulsionar su cuerpo, para que el chico viera que este juego no lo podía aguantar y parara. Incluso se le escapaban las lágrimas, de rabia al ver que no podía expresarse de otra forma ni tampoco liberarse. 
Pero Joan seguía, hasta que de tanta convulsión a Carla se le soltó un poco la mordaza de su boca. 

-¡Joan, por favor, para! Este juego ya no me gusta, podemos hacer otras cosas... 

-¡Cállate, zorra! 

Ella empezó a gimotear y eso a él le estaba empezando a cortar el rollo. 

-Está bien -Dijo Joan- Seguiremos follando sin cera ni jueguecitos. 

Carla estaba frustrada: se había enamorado de la persona equivocada y ahora lo estaba sufriendo. 
En cuanto todo acabara, le daría puerta a Joan, no volverían a quedar más.