Capitulo Noveno

CAPÍTULO 9: SEGUNDA VÍCTIMA 

CAPÍTULO 9: SEGUNDA VÍCTIMA





Joan le quitó del todo el trozo de tela que le había puesto, pero la dejó con las manos atadas y empezó a besarle todo el cuerpo. 
Carla, agotada por el sufrimiento pasado, se dejó hacer a ver si eso la relajaba.
Pensó que tal vez, si él ya no volvía a comportarse con ella como minutos antes, aún podía llegar a ser su novio.
Pero Joan había ido a esa casa con un objetivo y lo iba a cumplir: se agachó hacia la bolsa que había traído y, sin que ella se percatase de lo que estaba haciendo, extrajo un objeto con doble filo.


-Me gustaría penetrarte otra vez... -Le dijo.

-Adelante, pero esta vez suavecito y con mucho amor.

Él volvió a besarla y acariciarla.
Carla empezó de nuevo a excitarse y su sexo estaba otra vez lubrificado.
Cosa que Joan aprovechó para penetrarla suavemente y con movimientos más lentos.


-Si quieres -Dijo ella- puedes volver a hacerme lo de la bolsa. Pero lo de la cera no me lo hagas nunca más, ¿Vale?


-Como tú quieras, princesa.

Volvió a sacar la bolsa y taparle la cabeza, como la otra vez.
Pensó que podía cargársela asfixiándola, pero él prefería que hubiera sangre.
Dicho y hecho: sacó el objeto punzante de donde lo había escondido y, en uno de los momentos en los que ella abría la boca porque se ahogaba, Joan aprovechó para clavarle con furia el objeto en el cuello.
Al llevar Carla la bolsa, la sangre que empezó a brotarle, también de la boca, tiñó rápidamente el plástico de rojo.
Joan, que todavía tenía su miembro viril dentro de ella, tuvo un orgasmo y empezó a eyacular sin parar.
Y siguió así hasta pasado un buen rato, cuando el cuerpo de la chica empezaba a enfriarse.
Fue hacia el baño a ducharse. Luego, cogió el móvil de la chica y lo destruyó: primero la tarjeta SIM y luego el resto del aparato.
Sacó de su bolsa varios botes de combustible y buscó los puntos de la casa más inflamables, ya que había de deshacerse de las pruebas.
Con cuidado, encendió todos los aparatos eléctricos que había en la casa.
Se cambió de ropa y se vistió con la misma del primer asesinato.
Fue hacia la cocina y encendió el horno y todos los fogones.
Abrió la puerta trasera y salió al jardín. 

Cogió un bote que aún le quedaba con algo de combustible, metió dentro un trozo de tela a modo de mecha, le prendió fuego con un encendedor y lo arrojó hacia una ventana que había dejado abierta.
Saltó la tapia de madera gracias a que había colocado la puerta que daba al jardín a modo de rampa/escalera y salió corriendo.
Minutos más tarde toda la casa ardía y hubo una explosión, cuando el fuego llegó a la cocina.

CAPÍTULO DÉCIMO: Triste noticia